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Queridos yoguis, 

 

Hoy tenemos algo importante que contar...

Te dedicamos esta carta de amor, a ti, que nos has seguido siempre, haciendo de tu apoyo algo incondicional, para que este proyecto haya podido fluir. 

Si lo piensas bien, desde el corazón, aquellos lugares a los que siempre quieres volver no existen en el mapa. Estar. Ser. Permanecer. Nuestras experiencias siempre ocurren dentro de un tiempo y un espacio, y regresar allí es como volver a oler una flor de jazmín que te evoca aquel patio de flores que había en casa de tus abuelos, y entonces vuelves ahí, a ese abrazo, a esa emoción.

 

Un sitio no lo definen sus calles, sus muros, sus puertas ni sus ventanas, para querer regresar has tenido que amar desde lo más profundo de tu ser, y el amor no entiende de fronteras, el amor es lo que queda cuando has quitado todo lo demás. Aquí, en esta casa, hemos reído, hemos aprendido, hemos sanado. Hemos juntado las yemas de nuestros dedos hasta que la piel se fundió y nos convertimos en familia. Hemos amado, hemos compartido, hemos respirado tanto y tan conscientemente que el alma de este lugar subió hasta el cielo para mirarnos. Y ahora que estamos aquí, encima de esta bóveda celeste, vamos a volver a bajar a tierra.

 

Aterrizaremos en otro espacio y en otro tiempo, pero ¿qué importa eso? La Casa de Piedra no es un lugar, es alma de todos los que la habitamos. Hoy es el momento de mirar a un futuro cierto y cercano y de hacerlos juntos. Vamos a usar la impermeabilidad de la piedra para dejar intactos nuestros valores y su capacidad de generar calor para convertir el yoga en arte, el arte en corazón y el corazón en piedra, para que no se destruya jamás. En la nueva Casa de Piedra el color será el protagonista. Pintaremos el suelo de verde y las tardes de naranja. El alzado, la planta y el perfil del arte. Se escuchará la música del silencio. En la nueva casa de piedra quitaremos los muros que aún quedaban en pie para que el tiempo y el espacio sea infinito.
 
Namaste

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